Hay que tomar muy en serio el sedentarismo porque su desarrollo afecta seriamente la salud humana, por eso, debe ser ataca desde el mismo momento de la infancia y adolescencia para que esta no se vuelva una negativa costumbre y traiga consecuencias a largo plazo.
Estudios revelan que muchos de los problemas ligados al colesterol en la adultez se debe a la poca y en algunos casos, nula actividad física en temprana edad.
Es así el ejemplo de una investigación realizada entre las universidades de Exeter, de Finlandia Oriental y de Bristol, la cual indicaron que aumentar los niveles de colesterol hasta un 67% al llegar a la edad adulta conlleva a problemas cardiovasculares, también resaltando que la práctica de actividad física ligera puede revertir por completo los riesgos y es mucho más efectiva que realizar ejercicio físico entre moderado y vigoroso.
Combatir el sedentarismo desde chico
Para llegar a las conclusiones se analizaron datos del estudio “Children of the 90s” (también conocido como ‘Avon Longitudinal Study of Parents and Children’), que incluyó a 792 niños de 11 años a los que siguieron hasta los 24 años.
Los resultados se publicaron en The Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism, revelan que el tiempo sedentario acumulado desde la infancia puede incrementar los niveles de colesterol en dos tercios (67%) para cuando alguien alcance la mitad de la segunda década de vida.
“Estos hallazgos enfatizan la increíble importancia para la salud de la actividad física ligera y muestran que podría ser la clave para prevenir el colesterol elevado y la dislipidemia. Tenemos pruebas de que la actividad física ligera es considerablemente más eficaz que la actividad física de moderada a vigorosa en este sentido y, por lo tanto, tal vez sea hora de que la Organización Mundial de la Salud actualice sus directrices sobre el ejercicio en la infancia, y los expertos en salud pública, los pediatras y los encargados de la salud alentamos a una mayor participación en la actividad física ligera desde la infancia”, explicó Andrew Agbaje, doctor de la Universidad de Exeter y autor principal del estudio.