Innumerables factores pueden afectar la salud mental y, aunque parezca extraño, uno de ello resulta ser el urbanismo. La manera en la cual se dividen las ciudades y la forma cómo están los edificios residentes es vital en el peligro de desencadenar patologías y trastornos.
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La revista Science Advances difundió el miércoles un estudio llevado a cabo en Dinamarca. “Las personas que viven en los barrios residenciales de las ciudades tienen un riesgo mayor de depresión que las que habitan en los centros urbanos o en el entorno rural (…).
En tal análisis indagaron sobre “la densidad de edificios (el área construida en comparación con el espacio abierto), la altura de estos y los diagnósticos de depresión entre 1990 y 2018 (75.650 casos)”, respectivamente.
“El riesgo más bajo lo encontraron los autores en las zonas rurales y en las áreas de los centros de las ciudades que contaban con espacios abiertos, factores determinantes para facilitar la interacción social”.
Encuentros para la salud mental
El epidemiólogo Pedro Gullón, quien es profesor de salud pública de la Universidad de Alcalá de Henares, enumeró los elementos que hacen realidad los encuentros, más allá de posibilitarlos como tal.
“Encontrarse con los vecinos cuando se va a comprar el pan, tener plazas con bancos donde sentarse a charlar, o disponer de parques por los que pasear, con equipamientos para que jueguen los niños”.
Con los resultados obtenidos aspiran “desaconsejar el modelo del barrio residencial y de la vivienda unifamiliar, sino que se estudie cómo hacer que estas zonas sean más accesibles a los espacios que favorecen la socialización”, dijo la autora principal del estudio, Karen Chen.
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“Se trata de mejorar la transitabilidad, la capacidad para andar en bicicleta y el transporte público en áreas que originalmente estaban centradas en el automóvil”, zanjó.
Nivel de socialización
Gullón expuso que “los barrios residenciales, por lo general, son zonas con chalés que están en las afueras de las ciudades, no es una cuestión, por tanto, de peor nivel económico”. A su juicio, “la clave se encuentra en el nivel de socialización”.
Según el epidemiólogo, “(El de las zonas residenciales) es un modelo individualista, en el que casi no hay interacción entre los vecinos. Un patrón que se puede relacionar con afrontar peor los problemas diarios y un empeoramiento de la salud mental”.
Para generar “un sentido de comunidad, reciprocidad y confianza (capital social)” es importante la conexión entre los habitantes, reiteraron los autores de la investigación. “Son elementos que favorecen el bienestar mental y que protegen frente a la depresión”, añadieron.
No obstante, “si una zona cuenta con una alta densidad de edificios, pero no con zonas abiertas, esto puede reducir la exposición al sol y aumentar la temperatura en su interior, dos estructuras ambientales que aumentan el riesgo de sufrir síntomas depresivos”.