RÍO DE JANEIRO (AP) — Mariposas y estrildas revolotean por el Valle Encantado a las afueras del Parque Nacional de la Selva de Tijuca de Río de Janeiro. Hay árboles frutales, una cascada cercana y una vista imponente sobre el océano Atlántico. Pero durante décadas, algo estropeó el idilio: el hedor de aguas residuales.
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La electricidad llegó a finales del siglo XX a la empobrecida c¬omunidad del Valle Encantado, que tomó su nombre de un proyecto residencial cercano, pero la compañía eléctrica nunca la conectó a la red de alcantarillado de la ciudad. Los residuos contaminaban el entorno local y ponían en peligro la salud de los residentes.
Así que la comunidad se propuso resolver el problema por sí misma construyendo un biodigestor y un humedal artificial para procesar todas las aguas residuales generadas por sus 40 familias.
Comenzó a funcionar a pleno rendimiento en junio y es el primer biosistema construido de forma independiente para toda una favela brasileña, según Theresa Williamson, directora ejecutiva de Catalytic Communities, una organización sin fines de lucro que apoya a las comunidades desatendidas. Y podría servir de ejemplo para los caseríos rurales de todo Brasil. Según datos oficiales, el 45% de las aguas residuales de los brasileños no se recogen.
El proyecto del Valle Encantado lleva años gestándose. El presidente de la asociación de vecinos, Otávio Barros, llevó a un grupo de turistas a una cascada en 2007 y, cuando quisieron bañarse en sus aguas, les dijo que no podían; todas las aguas residuales de la comunidad fluían por esa cascada. Sin embargo, la semilla de la idea estaba plantada y empezó a buscar apoyos.
“Entonces era más difícil concientizar a la gente, demostrar que todos se beneficiarían”, comentó a The Associated Press mientras recorría la comunidad.
Encontró aliados entre los investigadores de la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro, donde trabajaba como asistente administrativo. Consiguieron dinero de la fundación del estado de Río para el apoyo a la investigación para completar una primera fase en 2015, y más recientemente las organizaciones sin fines de lucro alemanas y brasileñas Viva Con Agua y el Instituto Clima e Sociedade para conectar cada hogar, con financiación adicional de Catalytic Communities.
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Barros trabajó junto a otros cinco vecinos del barrio durante meses, incluidas unas tres semanas en las que se dedicaron a romper rocas para crear un camino para las nuevas tuberías. Estas conducen al biodigestor abovedado, donde las aguas residuales son ingeridas por microorganismos anaeróbicos. Los fluidos restantes pasan a serpentear por debajo del humedal construido, y se limpian fertilizando las plantas de arriba.
El precio total del sistema fue de unos 220.000 reales (42.300 dólares). Según Leonardo Adler, socio fundador de Taboa Engenharia, que supervisó la parte técnica de las obras, eso supone una cuarta parte de lo que habría costado tender tuberías a través del bosque hasta la red de alcantarillado existente a nivel del mar.
El gobierno federal tiene un plan para mejorar el tratamiento de las aguas residuales en todo Brasil, que está llevando a cabo a través de concesiones privadas de grandes áreas urbanas. Pero ese enfoque no ayuda a las comunidades pequeñas y aisladas como el Valle Encantado, donde el olor de las aguas residuales ha desaparecido y su cascada cercana está limpia para poder tomar un baño en ella.
“Estoy muy contento porque ha sido una etapa muy ardua para conseguir traer socios, implicar a la comunidad para captar las aguas residuales y devolverlas limpias al medio ambiente”, señaló Barros. “Es parte de un sueño que se hace realidad. Tenemos otros para el Valle”.