Noticias

Pachita, la chamana que hacía trasplantes milagrosos sin anestesia

Pachita podía realizar trasplantes de corazón e hígado sólo con un cuchillo.

Aún en pleno siglo XXI hay historias que son casi imposibles de comprender.

Protagonizados por personajes míticos, sus anécdotas serán aún más difíciles de olvidar.

Tal vez no les suene el nombre de Pachita, pero en su existencia tuvo a muchas vidas en sus manos, a las cuales curó sin necesidad de una clínica ni instrumentos médicos.

La historia de Pachita, la chamana que de los trasplantes milagrosos

Afuera de la humilde casa de doña Bárbara Guerrero llegaban pacientes que no encontraban solución a sus problemas en otros lados, no podían pagar un doctor o, simplemente, confiaban en el trabajo de la chamana.

Sólo con un cuchillo de cocina

En el interior, Pachita seguía el mismo procedimiento siempre. Llamaba a su guía y sólo con un cuchillo de cocina o sus manos, abría al paciente y extraía órganos, para después acomodar lo que se debe.

Al final, con toda la calma del mundo los dejaba ir. No había dolor y tampoco anestesia.

Lo que ocurría en sus tratamientos llamó la atención de propios y extraños.

La chamana mexicana sorprendió a la ciencia de su época, que nunca encontró una explicación ante los casos que ocurrían en su improvisado consultorio.

Grinberg, otro misterio de la época

Uno de los especialistas que siguió muy de cerca el trabajo de Guerrero fue Jacobo Grinberg, quien es otro misterio, pues simplemente desapareció; algunos dicen que como resultado de su trabajo con las energías, mientras que otros sostienen que por ser una carga al sistema.

La vida de Pachita

El quirófano no era más que un catre, en el que el paciente se recostaba, dejando su vida en las manos de Bárbara Guerrero, quien nació en 1900 en el Parral, Chihuahua.

Ella fue abandonada por sus padres, pero la crio Charles, un africano que le enseñó los procesos de curación, con manejo energético, visiones de estrellas y obtención de información oracular.

La leyenda cuenta que se inició en un circo, cuando vio a un elefante enfermo y se acercó para curarlo.

Desde ahí siempre realizó sus operaciones con el mismo cuchillo que tenía cinta en el mango y un indio grabado en la cuchilla. Ella sostenía que las operaciones no las hacía ella, sino su “hermanito”, el tlatoani Cuauhtémoc.

Operaciones de corazón, hígado y cualquier otro órgano eran realizadas todos los viernes por la chamana, que sólo pedía a sus pacientes una sábana, un litro de alcohol, algodón y seis rollos de vendas.

Nunca utilizo anestesia y daba indicaciones a sus enfermos, de acuerdo a sus creencias. Pero todos podían volver a su rutina a los cuatro días.

Falleció a los 79, en la Ciudad de México, el 29 de abril de 1979, pero sus anécdotas siguen generando asombro en la actualidad.

Contenido Patrocinado

Lo Último