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El genocidio, una herramienta de exterminio de comunidades

MADRID, 7 (EUROPA PRESS)

Las masacres cometidas por las fuerzas rusas en Ucrania han devuelto al lenguaje político el término «genocidio», en boca por ejemplo del presidente ucraniano, Volodimir Zelenski. Penalizada por el Derecho Internacional, esta forma de exterminio es sin embargo difícil de demostrar en el frente jurídicos.

El término fue acuñado en 1944 por el abogado polaco Raphael Lemkin, que unió el prefijo griego ‘genos’ –raza o tribu– con el sufijo latino ‘cidio’ –muerte–, para dar nombre a los abusos perpetrados por la Alemania nazi contra minorías, especialmente contra la comunidad judía.

La Asamblea General de la ONU adoptó la palabra en 1946 pero no fue hasta dos años más tarde, en 1948, con la aprobación de la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, que entró en vigor en 1951, cuando llegó el verdadero punto de inflexión en materia de consenso global.

Más de 150 países –Rusia y Ucrania incluidos– han suscrito este tratado, que recoge los ecos de condena tras el Holocausto para tratar de penalizar los actos de abuso dirigidos específicamente contra un grupo por razones de nación, etnia, raza o credo. También figura como tal en el Estatuto de Roma, base operativa del Tribunal Penal Interncional (TPI).

La definición establece por un lado que debe haber un elemento físico, es decir, un acto, y también otro mental, una intención. Esta segunda variable es la más difícil de demostrar, ya que requiere tener pruebas de que los autores preveían el extermino –no vale con la destrucción cultural o la intención de simplemente dispersar a un grupo–.

En el caso de Ucrania, Zelenski considera claro que Rusia perpetra un «genocidio», la «eliminación de una nación». Su discurso ha terminado de endurecerse tras el descubrimiento de cientos de cadáveres en localidades cercanas a Kiev, como Bucha, controladas hasta hace unos días por las Fuerzas Armadas rusas.

Sin embargo, líderes mundiales como el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, han reconocido que la definición de genocidio no se cumple en este caso. El primer ministro británico, Boris Johnson, sí ha dicho esta misma semana que la masacre de Bucha «no dista mucho del genocidio».

EJEMPLOS HISTÓRICOS

El consenso es más generalizado en el caso de los Balcanes, por ejemplo con la matanza de musulmanes en Srebrenica, o en Ruanda, donde 800.000 personas murieron víctimas del genocidio tutsi. En otros casos, la mera catalogación sigue siendo objeto de debate y presión política, como la matanza de armenios perpetrada en 1945 por el Imperio Otomano.

Otro de los debates recientes llegó a cuenta de la represión ejercida por las Fuerzas Armadas birmanas contra la minoría rohingya en 2018. Los investigadores de la ONU detectaron «intenciones genocidas» en esta campaña militar, que provocó la huida de más de 700.000 personas a Bangladesh.

En lo que sí coinciden todas las voces es que la humanidad no es inmune en el siglo XXI al riesgo de que sigan produciéndose genocidios, tanto en tiempos de guerra como de paz, como apuntó en una entrevista a Europa Press la asesora especial de la ONU Alice Wairimu Nderitu. «No se ve que son diez personas (muertas) hoy, 24 mañana, 16 al día siguiente», y así hasta que «llegas a un millón».

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