No cabe duda de que la delincuencia es uno de los aspectos que más temen las personas que tienen que utilizar el transporte público.
Específicamente, Guatemala se encuentra en el puesto 25 de inseguridad y robos, de acuerdo al índice de seguridad calculado por Numbeo.
“El Tortolita”, el delincuente que según su mamá no le hacía daño a nadie
En este país centroamericano se dio un acontecimiento que le dio la vuelta al mundo.
Como cada día, Josué García, mejor conocido como “El Tortolita”, se subió a un autobús para asaltar a los pasajeros.
Era “un día de más de trabajo” para el delincuente. Sin embargo, su fechoría terminó mal para él, pues no contaba con que uno de los pasajeros fuera armado, disparara y le quitara la vida.
Esa fue la última mala acción del “Tortolita”. Las autoridades chapinas dieron a conocer la información; además, indicaron que su cómplice, identificado como Vidal Alfredo Barillas Herrera, fue aprehendido.
La noticia hubiera pasado como una más de la inseguridad en Guatemala, si no hubiera sido por el polémico comentario de la madre del difunto delincuente.
Así la progenitora de Josúe García defendió las acciones del delincuente, ya que, según sus propias palabras, no era violento, sólo despojaba de sus pertenencias a los pasajeros.
Con experiencia en la delincuencia
En los hechos, “El Tortolita” no era ningún improvisado en la delincuencia.
De acuerdo a la Policía local, tanto él como Barillas Herrera ya eran conocidos por interceptar los autobuses en la autopista Palín-Escuintla, donde se subían a asaltar a los choferes y pasajeros.
Fue justo en esa ruta, donde en un vehículo se dirigía a la Central de Mayoreo (CENMA), un usuario le disparó al amante de lo ajeno, para después huir de la escena.
Barrilla logró bajar del automóvil, pero se lesionó una pierna, por lo que la policía lo capturó y fue llevado al hospital, donde quedó bajo custodia.
“El Tortolita” ya había sido detenido por delitos de robo, portación de droga para el consumo y extorsión. Pero siempre se las arreglaba para salir de prisión, ya que la mayoría de las veces las víctimas no presentan denuncias contra los amantes de lo ajeno.