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‘El ángel de fuego’ enfrenta al Teatro Real al dolor de las secuelas de la violencia infantil

La ópera arranca con el himno de Ucrania interpretado por la Orquesta, en repulsa por la invasión rusa

TEATRO REAL (del Real fotografia/Europa Press)

La ópera arranca con el himno de Ucrania interpretado por la Orquesta, en repulsa por la invasión rusa

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MADRID, 23 (EUROPA PRESS)

El Teatro Real ha acogido este 22 de marzo el estreno en España de ‘El ángel de fuego’, ópera del ruso Sergéi Prokófiev, que refleja las secuelas de la violencia infantil, cuya representación ha arrancado con la interpretación por parte de la Orquesta Titular del himno de Ucrania en «repulsa por la terrible invasión» y ante los aplausos de un público en pie.

La ópera se basa en la obra homónima del escritor simbolista, también ruso, Valeri Briúsov, en la que se camina por los traumas causados por la violencia sufrida por la protagonista, Renata –interpretada en esta ocasión por la soprano lituana Ausrine Stundyte–.

Ambientada en la Alemania de los años 50 y 60 y no en la renacentista de la novela, la ópera se presenta en cinco actos en los que el espectador se adentra en la mente enajenada y herida de Renata. Un viaje que se desenvuelve en un bloque de apartamentos dispuestos bajo una estructura giratoria que se convierte en una especie de casa de los horrores, acompañada de las proyecciones de vídeos angustiantes. Todo ello, remarca los trastornos psíquicos de la protagonista para encontrales una explicación, como explicó el director de escenografía, Calixto Beitio, en la previa.

El primer acto muestra así a Renata creyéndose poseída por espíritus malignos que la persiguen desde la aparición en su infancia de Madiel, un ángel de fuego que describe como de ojos azules y cabellos de oro, su verdugo.

En medio de este enfrentamiento con sus demonios, conoce al viajero Ruprecht –el barítono británico Leigh Melrose en el estreno–, quien la acompañará en la búsqueda por la ciudad de Colonia del conde Heinrich, en quien la protagonista cree haber conocido a Madiel en forma humana hasta el punto de la obsesión.

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Con él mantuvo una relación que acabó con el marchándose y empujándola a recorrer las dolorosas y reales cicatrices de sus traumas de infancia, que la pintan como una bruja a ojos de quien la rodea, excepto de Ruprecht, que pasa de aprovechado a enamorado.

«Le entregué todo lo que soy a mi amado celestial», reza Renata negándole a Ruprecht su amor y su cuerpo, mientras ambos de adentran en la magia y el oscurantismo con el propósito de encontrar al ángel. La angustia aumenta cuando ella cree, por fin, haberle visto pero haber sido rechazada, con lo que se inicia un duelo y un giro inesperado en el que se confiesa enamorada de Ruprecht.

Los demonios salen a escena después, en un intento de Renata de marcharse a un convento, y la obligan a un juego perverso erótico, en el que Ruprecht se ve obligado a participar. Ella parece intentar abstraerse de un momento que revuelve en los asientos.

La desesperación y el descontrol colectivo quiebran al espectador en un final culmen de la incomodidad que impregna todo el espectáculo. Todos los traumas –alejados de ángeles– de la protagonista, una víctima a la que se ha convertido en histérica, explotan al arder en escena el único elemento de inocencia que la acompañaba, y que marca el inicio y el final de la ópera.

SIETE MINUTOS DE APLAUSOS

Esta obra incomprendida en su tiempo –cuando Prokófiev acabó de escribirla fue rechazada por varios teatros y no se estrenó hasta 1954 en versión concierto en el Fenice de Venecia y con el autor ya fallecido– ha llevado al público del Teatro Real, con un 80% de aforo, a aplaudir durante siete minutos, con varios de los asistentes en pie.

Los aplausos y gritos de «bravo» se han hecho más fuertes con la salida del director musical, Gustavo Gimeno, quien ha debutado en el foso del Real al frente de su Coro y Orquesta Titulares, y los ínterpretes de Renata y Ruprecht.

No obstante, Stundyte se ha llevado la gran ovación. Y es que, su papel alcanza «una exigencia casi sobrehumana», como ya destacó en la previa el director artístico, Joan Matabosch. Prokofiev –nacido en Donestk, actual Ucrania– puso a prueba «sus límites» al componer esta obra de enorme dificultad para los intérpretes, subrayó.

«Todos los compositores siempre tienen sus momentos en que quieren encontrar sus límites y en todo momento de la Historia siempre aparece un creador que trata de superarlos. En este caso, fue Prokófiev», incidió al respecto el director musical de la obra.

La producción, del Teatro Real en colaboración de Opernhaus de Zürich, es la cuarta obra de Prokófiev que se presenta en el Teatro Real desde su apertura en 1997 y se podrá ver en otras nueve funciones hasta el 5 de abril.

Al estreno han acudido personalidades como el escritor Mario Vargas Llosa, el arquitecto Rafael Moneo, el pintor Hernán Cortes o el exministro de Justicia Alberto Ruiz Gallardón, así como la delegada de Cultura y Deporte del Ayuntamiento de Madrid, Andrea Levy. También, han estado presentes el subsecretario del Ministerio de Transición Ecológica, Miguel Suela, y el de Cultura y Deporte, Eduardo Fernández, además del presidente de Europa Press, Asís Martín Caviedes, o el de Iberia, Javier Sánchez Prieto, entre otros.

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