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La prueba de que el ser humano es fuerza dominante para la evolución

Las ciudades se encuentran entre los entornos más profundamente transformados de la Tierra. Una nueva investigación demuestra ahora que están incluso alterando la forma en que evoluciona la vida.

NICK IWANYSHYN (NICK IWANYSHYN/Europa Press)

MADRID, 17 (EUROPA PRESS)

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Las ciudades se encuentran entre los entornos más profundamente transformados de la Tierra. Una nueva investigación demuestra ahora que están incluso alterando la forma en que evoluciona la vida.

Un estudio pionero dirigido por biólogos evolutivos de la Universidad de Mississauga (UTM), en Canadá, ha examinado si se está produciendo una evolución paralela en las ciudades de todo el mundo. En los resultados, publicados en la revista ‘Science’, el Proyecto de Evolución Urbana Global (GLUE) analizó los datos recogidos por 287 científicos en 160 ciudades de 26 países, que tomaron muestras de la planta del trébol blanco en sus ciudades y en las zonas rurales cercanas.

Lo que encontraron es la prueba más clara hasta ahora de que los humanos en general, y las ciudades en particular, son una fuerza dominante que impulsa la evolución de la vida a nivel mundial. De Toronto a Tokio, de Melbourne a Múnich, el trébol blanco evoluciona con frecuencia en respuesta directa a los cambios ambientales que tienen lugar en los entornos urbanos.

«Hace tiempo que sabemos que hemos cambiado las ciudades de forma bastante profunda y que hemos alterado drásticamente el medio ambiente y los ecosistemas –afirma en un comunicado el estudiante de doctorado en biología de la UTM y codirector del estudio, James Santangelo–. Pero acabamos de demostrar que esto ocurre, a menudo de forma similar, a escala global».

El estudio GLUE ilustra que las condiciones ambientales de las ciudades tienden a ser más similares entre sí que las de los hábitats rurales cercanos. En ese sentido, el centro de Toronto es más comparable al centro de Tokio en muchos aspectos que a las tierras de cultivo y los bosques circundantes fuera de la ciudad.

Los investigadores no sólo pudieron observar la adaptación global a las ciudades, sino que identificaron la base genética de esa adaptación y los impulsores ambientales de la evolución. El trébol blanco produce cianuro de hidrógeno como mecanismo de defensa contra los herbívoros y para aumentar su tolerancia al estrés hídrico, y el GLUE descubrió que los tréboles que crecen en las ciudades suelen producir menos cantidad que los tréboles de las zonas rurales vecinas, debido a la repetida adaptación a los entornos urbanos.

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Son los cambios en la presencia de herbívoros y el estrés hídrico en las ciudades los que empujan al trébol blanco a adaptarse de forma diferente a sus homólogos rurales. Este hallazgo es válido para ciudades de distintos climas, y sus implicaciones van mucho más allá de la humilde planta del trébol, señalan los autores.

«Este estudio es un modelo para entender cómo los humanos cambian la evolución de la vida que nos rodea. Las ciudades son el lugar donde vive la gente, y ésta es la prueba más convincente que tenemos de que estamos alterando la evolución de la vida en ellas. Más allá de los ecologistas y los biólogos evolutivos, esto va a ser importante para la sociedad», afirma Rob Ness, profesor adjunto de biología de la UTM que codirigió el proyecto con el profesor Marc Johnson y su estudiante de doctorado Santangelo.

GLUE examinó el trébol blanco porque es uno de los pocos organismos presentes en casi todas las ciudades de la Tierra, lo que proporciona una herramienta para entender cómo los entornos urbanos influyen en la evolución.

Ahora que sabemos que los humanos están impulsando la evolución en las ciudades de todo el planeta, esa información puede servir para empezar a desarrollar estrategias que permitan conservar mejor las especies raras y permitirles adaptarse a los entornos urbanos, dice Johnson. También puede ayudarnos a entender mejor cómo evitar que las plagas y enfermedades no deseadas se adapten a los entornos humanos.

Para GLUE, esta publicación es sólo el principio. Utilizando las mismas técnicas, los colaboradores recogieron más de 110.000 muestras de trébol de 160 ciudades y zonas rurales cercanas y han secuenciado más de 2.500 genomas de trébol. Se ha creado un enorme conjunto de datos que se estudiará durante años.

Y esta colaboración mundial sin precedentes comenzó con un solo tuit. «Casi todo el mundo al que le pedimos que colaborara dijo que sí, y eso fue algo extraordinario, porque estábamos pidiendo a la gente que asumiera mucho trabajo», admite Johnson, que coordinó a los más de 280 investigadores que participaron en el estudio.

«Nuestros colaboradores reconocieron la importancia de este proyecto –resalta–. Nunca ha habido un estudio de campo de la evolución de esta escala, ni un estudio global de cómo la urbanización influye en la evolución. Habría sido imposible hacerlo sin nuestro conjunto global de colaboradores».

Johnson también califica el proyecto de modelo de ciencia inclusiva. El equipo estaba dividido a partes iguales entre mujeres y hombres y no sólo incluía a investigadores consagrados, sino también a estudiantes de todos los niveles y de todos los continentes habitados del mundo.

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