MADRID, 4 (EUROPA PRESS)
PUBLICIDAD
Una dieta rica en grasas no es suficiente para provocar la enfermedad del hígado graso a corto plazo. Ahora bien, si esta dieta se combina con el consumo de bebidas edulcoradas con fructosa líquida, se acelera la acumulación de grasas en el hígado y aparece un cuadro de hipertrigliceridemia, un factor de riesgo cardiovascular, según muestra una investigación de la Facultad de Farmacia y Ciencias de la Alimentación, el Instituto de Biomedicina de la Universidad de Barcelona (IBUB) y el CIBEROBN.
El estudio, realizado en un modelo experimental en rata, muestra que el efecto que causa la fructosa en el incremento en la síntesis de ácidos grasos en el hígado es más decisivo que el aporte externo de grasas a través de la dieta.
«En las dietas altas en grasas y suplementadas con fructosa líquida, este monosacárido es capaz de inducir un incremento en la lipogénesis de novo -es decir, la formación de grasas a partir de azúcares- y una inhibición de la oxidación lipídica en el hígado», detalla el catedrático Juan Carlos Laguna, del Departamento de Farmacología, Toxicología y Química Terapéutica.
Publicado en la revista ‘Molecular Nutrition and Food Research’, ha contado con la colaboración de los investigadores Aleix Sala-Vila y Iolanda Lázaro (Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas, IMIM) y José Rodríguez-Morató (IMIM, Universidad Pompeu Fabra-CEXS), entre otros expertos.
La fructosa o azúcar de la fruta es uno de los edulcorantes más habituales en la industria alimenticia. Este azúcar simple (monosacárido) se obtiene industrialmente del jarabe de maíz, un producto derivado de esta gramínea. Con un gran poder edulcorante y bajo coste de producción, la fructosa es utilizada por la industria alimentaria para endulzar bebidas, salsas y alimentos procesados, a pesar de las evidencias científicas que le asocian con enfermedades metabólicas que son factores de riesgo de patologías cardiovasculares.
«En concreto, la ingesta de fructosa afecta directamente a la expresión y actividad del factor nuclear ChREBP. Una vez activado, este factor es responsable del incremento en la expresión de las enzimas que controlan la síntesis hepática de ácidos grasos. En paralelo, la ingesta de fructosa también reduce la actividad del receptor nuclear PPARalfa, que es el principal responsable del control de la expresión de genes que codifican enzimas implicadas en la oxidación de ácidos grasos (mitocondrial y peroxisómica) en el hígado», señala.
PUBLICIDAD
Tal y como indica el nuevo estudio preclínico, la combinación de la grasa saturada de origen dietético y la inducción de la síntesis endógena de ácidos grasos es la que provoca la aparición rápida del hígado graso. «Además, por primera vez describimos que la fructosa -a diferencia de la dieta rica en grasa- incrementa la proteína PNPLA3, que se asocia a la aparición de hipertrigliceridemia, que es un factor de riesgo de enfermedad cardiovascular», detalla Núria Roglans, coautora del estudio y miembro del mismo Departamento de la UB.
ENFERMEDAD DEL HÍGADO GRASO EN HUMANOS
Varios estudios epidemiológicos asocian el consumo de bebidas azucaradas con fructosa con la enfermedad de hígado graso no asociada al consumo de alcohol (NAFLD), una patología por la que todavía no se dispone de ninguna terapia farmacológica específica. En estos pacientes, la lipogénesis de novo contribuye hasta un 30% de los lípidos acumulados en el hígado, mientras que en las personas sanas este proceso de síntesis sólo aporta el 5% de los lípidos hepáticos.
El modelo animal que ha caracterizado al equipo será de potencial interés por poder estudiar futuros fármacos para tratar la enfermedad de hígado graso no asociada al consumo de alcohol (NAFLD). «Las personas afectadas por esta patología tienen una actividad de síntesis endógena de lípidos en el hígado que es superior al de las personas sanas. Por eso, es bastante probable que los efectos descritos en este trabajo también se den en humanos», apuntan los expertos.
«Desgraciadamente el hígado graso es el punto de partida de patologías más graves, como la esteatohepatitis y la cirrosis. Es una patología prácticamente asintomática, aunque en algunos casos pueden manifestarse trastornos digestivos leves de tipo inespecífico. Aparte de hacer una dieta sana y ejercicio físico, por ahora no existe ningún tratamiento farmacológico eficaz contra esta patología», señala.
Cabe detallar que los efectos descritos en el trabajo sólo son observables si la fructosa -el azúcar de la fruta- se ingiere en forma líquida. «En el caso de las bebidas azucaradas, la fructosa se absorbe rápidamente y llega masivamente al hígado, produciendo las alteraciones metabólicas descritas. Para hacer un símil, podríamos hablar de la aparición de una sobredosis de fructosa cuando ésta se ingiere en forma de bebidas azucaradas», subraya el equipo.