ROMA, 2 (EUROPA PRESS)
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La joven arquitecta ucraniana Olena Tyshkevych de 28 años se encuentran en Irpin, ciudad ucraniana de 90.000 habitantes a unos 20 kilómetros de Kiev, y relata en conversación telefónica con Europa Press el calvario que están padeciendo desde que Rusia decidió invadir Ucrania.
«Oír las bombas, saber que estamos en una guerra y en peligro no te deja descansar. Estoy siempre alerta, constantemente nerviosa. Todo está sucediendo muy rápido –señala escondida con su familia en la finca de sus abuelos–. Las tropas rusas han bombardeado el hospital que está en nuestra ciudad. Escuchamos las bombas y es terrible», asegura esta ucraniana que desde los 8 años ha pasado los veranos acogida con una familia de acogida en Sabiñánigo (Huesca) gracias a la asociación Asistencia a la Infancia de Zaragoza.
Olena no quiere dejar solos a sus abuelos y abandonarlos ya que son demasiado mayores por lo que su familia ha decidido no huir de la guerra. Asegura que «nunca» pensó que podría vivir una guerra. «Sí que estábamos avisados, pero nunca pensé que realmente podría suceder esto en Europa en pleno siglo XXI», señala.
Admite que tiene «miedo», sobre todo porque para alcanzar la capital las tropas rusas tienen que pasar por su ciudad, aunque también destaca que las milicias ucranianas se ocuparon de destruir los dos puentes principales que daban acceso a las carreteras de entrada a Kiev.
«Estamos en una zona residencial. Aquí son todo casas bajas, fincas. De momento, no han bombardeado mucho esta zona, porque son otras ciudades las que están sufriendo más», asegura. Ella y su novio vivían en otro piso en Irpin, pero en el momento en que estalló la guerra decidieron mudarse a la casa familiar porque tiene dos sótanos y es más «segura».
Para su familia, huir -como han hecho los más de 660.000 refugiados que han cruzado en la última semana la frontera con Polonia- no es una opción. «No queremos abandonar a mis abuelos. Son muy mayores y no podrían afrontar el viaje. Toda mi familia resiste aquí», incide. Además, en cierta manera, están bloqueados. «Ahora mismo es muy difícil salir de aquí. Los puentes y las carreteras principales están destruidos. Hay carreteras secundarias, pero es casi imposible», explica.
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También comprar comida o ir a la farmacia es casi «misión imposible». «El lunes tratamos de ir a la farmacia, pero estaba cerrada. Ahora han empezado a reabrir un poco los supermercados, pero las tiendas, los bancos o las gasolineras han estado durante días cerradas», explica.
De momento, las tropas rusas no han conseguido avanzar ni entrar en su ciudad por tierra. «Nuestro ejército ha conseguido cerrarles el paso. Pero todas las calles y las casas han quedado en ruinas», señala. Su mayor preocupación es su familia y su entorno más cercano. «La gente que vive entre Chernóbil y Kiev ya no tienen ni luz ni gas», lamenta.
Olena comenzó en 2018 comenzó a estudiar un máster de Arquitectura del Paisaje en Valencia. Con la irrupción de la pandemia, regresó a su país, donde terminó el máster. Entre sus planes estaba casarse con su novio este verano.