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Alertan de que las directrices gubernamentales de Norteamérica y Europa no protegen los lagos de la contaminación salina

MADRID, 21 (EUROPA PRESS)

La salinidad de los ecosistemas de agua dulce causada por las sales de deshielo de las carreteras, los fertilizantes agrícolas, las operaciones mineras y el cambio climático está aumentando en todo el mundo y las actuales directrices sobre la calidad del agua no hacen lo suficiente para abordar el problema, según un estudio internacional dirigido por la Universidad de Toledo (Estados Unidos) y la Universidad de Queen en Canadá.

La investigación, llevada a cabo en colaboración con docenas de científicos de Norteamérica y Europa, demuestra que las concentraciones de sal en los lagos de agua dulce están por debajo de los rangos que los reguladores gubernamentales han considerado seguros y protectores de los organismos de agua dulce.

La investigación, publicada en ‘Proceedings of the National Academy of Sciences’, utiliza una red experimental de 16 emplazamientos en cuatro países e indica que la salinización del agua dulce provoca una pérdida masiva de zooplancton y un aumento de las algas, incluso en los umbrales de cloruro más bajos establecidos en Canadá y Estados Unidos y en toda Europa.

El zooplancton es un recurso alimentario fundamental para muchos peces jóvenes, y los cambios causados por el aumento de la salinidad podrían alterar el ciclo de los nutrientes, la calidad y la claridad del agua, e instigar el crecimiento y la disminución de la población de especies de peces económicamente importantes.

Los investigadores afirman que los resultados indican una gran amenaza para la biodiversidad y el funcionamiento de los ecosistemas de agua dulce y la urgencia de que los gobiernos reevalúen las actuales concentraciones umbral para proteger los lagos de la salinización provocada por el cloruro de sodio, uno de los tipos de sal más comunes que provocan la salinización de los lagos de agua dulce.

«La contaminación salina provocada por actividades humanas, como el uso de sales de deshielo en las carreteras, está aumentando la salinidad de los ecosistemas de agua dulce hasta el punto de que las directrices diseñadas para proteger las aguas dulces no están cumpliendo su función», afirma el doctor Bill Hintz, profesor adjunto de ecología de la Universidad de Toledo, autor del artículo y codirector del proyecto.

«Nuestro estudio muestra los costes ecológicos de la salinización e ilustra la necesidad inmediata de reevaluar y reducir los umbrales de cloruro existentes y de establecer directrices sólidas en los países donde no existen para proteger los lagos de la contaminación salina», añade.

El umbral más bajo de concentración de cloruro en Estados Unidos establecido por la Agencia de Protección Ambiental es de 230 miligramos de cloruro por litro. En Canadá, es de 120 miligramos de cloruro por litro. En toda Europa, los umbrales suelen ser más altos.

Puede bastar menos de una cucharadita para contaminar unos 30 litros de agua de agua hasta el punto de ser perjudicial para muchos organismos acuáticos.

En otros países, como Alemania, las concentraciones de cloruro de entre 50 y 200 miligramos por litro se clasifican como «ligeramente contaminadas por sales», y las concentraciones de entre 200 y 400 miligramos por litro se clasifican como «moderadamente contaminadas por sales». La directriz para el agua potable es de 250 miligramos por litro en gran parte de Europa.

Pero, como muestra el estudio, los impactos negativos se producen muy por debajo de esos límites. En casi tres cuartas partes de los lugares del estudio, los umbrales de concentración de cloruro que provocaron una reducción de más del 50% del zooplancton estaban en los umbrales de cloruro establecidos por los gobiernos o por debajo de ellos.

La pérdida de zooplancton desencadenó un efecto en cascada que provocó un aumento de la biomasa de fitoplancton, o algas microscópicas de agua dulce, en casi la mitad de los lugares del estudio.

«Un mayor número de algas en el agua podría conducir a una reducción de la claridad del agua, lo que podría afectar también a los organismos que viven en el fondo de los lagos –afirma la doctora Shelley Arnott, profesora de ecología acuática de la Universidad de Queen y codirectora del proyecto y del artículo–. La pérdida de zooplancton que da lugar a más algas tiene el potencial de alterar los ecosistemas lacustres de forma que podrían cambiar los servicios que proporcionan los lagos, es decir, las oportunidades de recreo, la calidad del agua potable y la pesca».

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