El español Ignacio Casares, responsable del organismo en Kandahar, reconoce que «la situación es dramática»
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MADRID, 19 (EUROPA PRESS)
Tras cuatro décadas de conflicto si hay algo que los afganos ansíen es paz y tranquilidad, pero el país atraviesa actualmente una «situación dramática» tras la llegada al poder de los talibán hace seis meses, por lo que hace falta que la comunidad internacional brinde su ayuda sin condicionamientos de ningún tipo.
Ese es el mensaje que envía desde Kandahar, segunda ciudad del país, Ignacio Casares, jefe de la subdelegación que el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) tiene en el que históricamente es el principal bastión talibán, en conversación telefónica con Europa Press.
El español, antiguo coronel del Ejército de Tierra, llegó a Afganistán justo un mes antes de que los talibán se hicieran con el control de Kabul procedente de la Franja de Gaza, donde había estado trabajando como responsable de la oficina del CICR en este territorio.
En estos seis meses, «la situación se ha ido deteriorando» y actualmente es «dramática», comenta. Uno de los principales motivos es la congelación de los activos financieros del país por parte de la comunidad internacional, que no confía en el nuevo régimen talibán, al que aún no ha reconocido ningún país.
Como consecuencia de ello, las nuevas autoridades «no tienen dinero para pagar a los empleados públicos» lo cual afecta a su vez a la provisión de servicios esenciales como es la sanidad. Aquí, señala, «el CICR ha dado un paso al frente y está apoyando el sistema de salud afgano y también la enseñanza sanitaria».
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El CICR está presente en Afganistán desde hace tres décadas y la llegada de los talibán de nuevo al poder no alteró su misión. «No nos vamos a ir ahora cuando las necesidades son más grandes y tenemos que estar junto a la población y asistir a las víctimas del conflicto», recalca Casares.
RELACIÓN CON LOS TALIBÁN
Esta presencia prolongada ha provocado que el organismo y los talibán sean ya ‘viejos conocidos’. De hecho, una de las principales labores que lleva a cabo el CICR es la visita a prisioneros, que en el caso de Afganistán en los últimos años eran en muchos casos talibán, por lo que «nos conocen bien».
El organismo internacional, que tiene como principios fundamentales su neutralidad e independencia, ya mantenía contactos previos con los talibán y estos han continuado tras su llegada al poder. En Kandahar, recuerda, el mismo día que se hicieron con el control de la ciudad «su enlace estuvo en nuestra oficina y hablamos de los problemas de cara el futuro y de la seguridad de los equipos».
Según Casares, «entienden bien el papel del CICR y reconocen su labor». Como resultado de ello, «las relaciones son fluidas, francas, honradas y transparentes» e «intentan ayudar en la medida de lo posible» ante los problemas que se plantean, señala.
Una de las principales preocupaciones del organismo tras el 15 de agosto era «preservar la seguridad del personal, incluido el femenino» y también de los beneficiarios de los servicios que brinda. «Nos dijeron que no había nada que temer», explica el responsable humanitario, que asegura que no ha habido problemas desde entonces y si los hubiera se lo harían ver a los talibán.
También les preocupa la creciente presencia y actividad de Estado Islámico Jorasán (ISK), la filial del grupo terrorista en Afganistán, ya que esta puede «perturbar la seguridad de nuestros equipos», por lo que están «en contacto permanente» con las fuerzas talibán.
LOS AFGANOS ESTÁN CANSADOS
En cuanto a los afganos, Casares reconoce que «están cansados» ya que han encadenado la invasión soviética, la posterior guerra civil y la primera victoria talibán, con 20 años de guerra por parte de este grupo insurgente. «No hay comunidad que lo resista», resume.
Por eso, ahora «quieren paz y tranquilidad para poder llevar a cabo su vida». El responsable del CICR destaca que pese a las circunstancias adversas en las que se encuentran, más ahora con el duro invierno afgano, «mantienen la alegría de vivir a su manera» y tratan de vivir lo mejor posible.
De ahí la necesidad de que se les brinde ayuda puesto que actualmente las «necesidades son inmensas», advierte. Más de la mitad de la población afgana necesita algún tipo de asistencia, lo que equivale a unos 24 millones de personas, resume, subrayando que el CICR y las organizaciones humanitarias que siguen presentes en el país «no pueden sustituir al Estado».
LLAMAMIENTO DEL CICR
En este sentido, desde el CICR hacen un llamamiento a la comunidad internacional a que invierta en Afganistán y siga «destinando recursos sin condicionalidad porque la prioridad es la ayuda humanitaria y las personas afectadas por la crisis».
«La situación humanitaria dramática que está viviendo el país no puede estar sujeta a consideraciones políticas de ningún tipo», sostiene rotundo Casares, en un mensaje que confía que se escuche en España y en el resto del mundo.
Entretanto, el CICR además de apoyar a hospitales provinciales como el de Mirwais. Esto se traduce además de apoyo con medicamentos y material y los gastos básicos, en el pago de salarios de unos 100.000 funcionarios sanitarios y en 7.000 camas hospitalarias. El objetivo «es que la población pueda tener acceso a una sanidad relativamente fiable», precisa.
También está apoyando al sector agrícola con la compra de semillas y fertilizantes de cara a la primavera y ha puesto en marcha un proyecto de nutrición para madres lactantes, tras observar elevados índices de malnutrición entre ellas.
Además, ha donado combustible a la compañía eléctrica nacional para que se pueda garantizar el suministro de electricidad a la población «aunque sea un número reducido de horas» y hacer funcionar las bombas de agua. «Intentamos llegar donde otros no llegan y paliar las necesidades humanitarias de una crisis que en algunos casos es angustiosa», resume.