Una nueva investigación ha descubierto que el cuerno de concha más antiguo del Paleolítico Superior, encontrado en 1931 en la cueva de Marsoulas, en los Pirineos franceses, era un instrumento musical único. Anteriormente se creía que podría haber servido como vaso para beber a los ocupantes de la cultura magdaleniense que habitaban la cueva, ya que no se observaron modificaciones humanas en la concha
Pero una nueva investigación revisó numerosos indicios que no son visibles a simple vista y confirmó que los humanos sí intervinieron para darle un uso específico.
«En 1931, cuando se descubrió, este objeto fue considerado como una concha de tamaño excepcional, traída del océano, pero sin un uso preciso, quizás como vaso para beber. No se observaron entonces modificaciones, o se interpretaron como roturas naturales», explicó a Metro Gilles Tosello, prehistoriador del Centro de Investigación y Estudio del Arte Prehistórico del MSHS de Toulouse.
El equipo que ha realizado este descubrimiento también declaró en la revista Science que «los antropólogos y etnomusicólogos afirman que no hay sociedad sin canto, y más concretamente, no hay ritual o celebración sin sonido de acompañamiento».
«Informamos sobre el estudio de una concha marina de la cueva decorada de Marsoulas y demostramos que los ocupantes magdalenienses de este sitio transformaron esta concha en un instrumento de viento. Se trata de uno de los rarísimos ejemplos, si no el único para el Paleolítico, de un instrumento musical fabricado a partir de una gran concha, y la primera concha de este uso descubierta hasta ahora».
Concluyeron: «Ya sabemos que los pueblos prehistóricos transformaban muchas conchas en adornos portátiles y que, por tanto, les atribuían un importante simbolismo corporal. Este cuerno de concha marina, con su sonoridad única, a la vez profunda y fuerte con una reverberación duradera, arroja luz sobre una dimensión musical hasta ahora desconocida en el contexto de las sociedades del Paleolítico Superior».
Para saber más, Metro habló con Gilles Tosello, de la Universidad de Toulouse.
PREGUNTAS Y RESPUESTAS
Gilles Tosello, prehistoriador del Centro de Investigación y Estudio del Arte Prehistórico del MSHS de Toulouse
Cuéntenos más sobre su descubrimiento
– Pensamos que la parte rota (ápice) podría haber servido para soplar en la concha como las caracolas conocidas en Oceanía y Asia. A partir de ese momento, observamos la concha muy de cerca, y constatamos los impactos para regularizar el borde del labio y gracias a una cámara endoscópica, vimos la existencia de este agujero de 1 cm de diámetro perforado en el interior de la concha, a partir del ápice. Se trata de una operación técnica compleja con las herramientas de sílex de que disponían los magdaleneros.
El audio de la concha suena impresionante. ¿Qué se siente al escuchar el que probablemente sea el instrumento más antiguo de la historia?
– Nos conmovió mucho porque la música crea una reacción emocional inmediata que no pasa por el cerebro. De repente, fue como si el tiempo se hubiera suspendido, ¡un retorno de 18 milenios en unos pocos segundos!
¿Para qué se utilizó esta concha?
– Teniendo en cuenta las modificaciones, lo más probable es que la caracola se utilizara como instrumento «musical». Como mínimo, podemos decir que se utilizaba para producir sonidos, entre los que hoy podemos identificar, medir acústicamente «notas musicales» (Do, Re). Esto no significa que estas notas se produjeran hace 18.000 años, es sólo un ejemplo. La música es un campo altamente cultural, como podemos ver hoy en día, lo que parece armonioso para una cultura no lo es para otra. Sólo podremos tener ejemplos sonoros de lo que este instrumento pudo tocar para los humanos en la prehistoria.
¿Cuáles son los próximos pasos de su investigación?
– Es muy excepcional poder acceder al mundo de los sonidos y la música de un periodo tan antiguo. Esto explica el entusiasmo que nuestra grabación de sonidos ha encontrado en todo el mundo. Continuaremos la investigación para intentar reconstruir el instrumento completo con su boquilla. Luego, grabar los sonidos en la propia cueva de Marsoulas, y frente a la entrada, para comprobar la distancia a la que se escuchan los sonidos.