Quince años después de su invención en China, el cigarrillo electrónico parece tener su “boom” en ciertos países y en otros ha comenzado una guerra por parte de sus instituciones sanitarias. Publicitado (aún en algunos lados) como una alternativa “terapéutica” que tiene nicotina en diferentes dosis, propilenglicol y/o glicerina vegetal. Sus fabricantes aseguran que son menos perjudiciales, pero para 2014 la OMS ya mostraba que estas sustancias añadidas eran tóxicas y cancerígenas.
Sin embargo, se siguió vendiendo de manera libre. Al menos en Estados Unidos es la forma de cigarrillo más consumida por jóvenes –5 millones de ellos, según el Instituto Nacional de Abuso de Drogas (NIH, por sus siglas en inglés)–. Hasta que a mediados de este año se comenzaron a dar muertes. Hay nueve a nivel nacional en ese país y ya se le llama mediáticamente “la epidemia del vapeo”. Dos de las personas fallecidas ya tenían problemas de salud, pero al menos 530 personas han desarrollado una enfermedad pulmonar vinculada con el vapeo, según una investigación de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, en inglés).
Esta institución tiene otra investigación paralela a la de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, en inglés). Ya hay registros de la enfermedad en 38 estados e incluso Massachusetts anunció la prohibición de la venta de estos productos, luego de Nueva York y Michigan. Ya el 11 de septiembre, la administración Trump anunciaba, debido al clamor general de investigar a estos productos por las muertes, tratar de frenar su comercialización y ya hay en curso una investigación criminal contra los laboratorios Juul, los principales fabricantes del producto en ese país. En otros países, como Argentina, ya se habían reglado estos productos desde 2011 y en otros apenas hay regulación.
Pero ese no es el único problema. Otro es que precisamente no se sabe por qué vapear produce esta enfermedad pulmonar al aún no esclarecerse qué sustancias tóxicas pueden ser fatales. “Lo que se buscaba con el cigarrillo electrónico era disminuir las sustancias cancerígenas, disminuir el alquitrán que se quema, pero se ha visto que las sustancias de este cigarrillo generan enfermedades y muertes, aunque no se sabe cuál sustancia en específico.
Ahora bien, se ha estudiado el cigarrillo común por 70 años, se ha estudiado con autopsias donde se pueden ver las lesiones, los depósitos de alquitrán, la combustión. Se lleva haciendo esto por 50 años. Con el cigarrillo electrónico, hasta ahora vemos enfermos de manera crónica”, le explica a Metro Alejandra Salcedo Monsalve, decana de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Areandina y directora del programa de Medicina.
Por otro lado, que en muchos países el producto siga siendo de venta libre es preocupante. Más si se enmascara con supuestos fines beneficiosos. “Lo primero es entender que las principales marcas de estos productos son propiedad de las tabacaleras tradicionales aunque hay marcas independientes, pero las que dominan el mercado son de las mismas tabacaleras. Y por ende, las prácticas que se observan en el mercado son las mismas que se observan con el tema de estos cigarrillos. Hay una publicidad orientada a menores de edad, porque ahí está su mayor oportunidad de crecimiento de mercado y por tanto nos ha disparado las alarmas en salud pública”, le explica a Metro Blanca Llorente, Directora de Investigación y la vocera de Fundación Anáas.
“Esto no es nuevo y no hay una única causa. Lo que sí sabemos es que estos productos son peligrosos para los pulmones. El pulmón tiene un tejido muy delicado y exponerlo diariamente a un vapor que no solo es de agua sino otros componentes tóxicos, es malo para la salud. En ese sentido, si hay personas que quieren dejar de fumar, la mejor opción que pueden tomar es buscar ayudas médicamente comprobadas y que tienen menores riesgos. Además, este no es un dispositivo reglamentado en varios países como producto de tratamiento terapéutico ni tiene un sustento científico, ni ante las autoridades ni controles. Ahora bien, si hablamos de peligros, la combinación entre sustancias y la nicotina genera más fácilmente la adicción. De por sí la nicotina ya es adictiva, pero la forma en cómo están conformados estos productos la hace más fácil para ser adictiva. Y como tiene olores que son agradables, mucha gente no lo relaciona con algo peligroso”, explica Llorente.
“Los cigarrillos electrónicos jamás disminuyeron el consumo de tabaco. El problema es que se sigue vendiendo libremente sin ninguna regulación y no hay un control sanitario sobre las personas que quieren tomar esta opción como fin terapéutico”, complementa Bohórquez.
Por ahora, la guerra contra los cigarrillos electrónicos se acrecenta en Estados Unidos. En otros países, el producto cobra más fuerza, sin saber lo que hay detrás de un consumo aparentemente medicinal.