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Total vida digital: ¿Solo sabemos comunicarnos detrás de una pantalla?

No hay que culpar a tu smartphone de tu soledad, sino de lo que te ha llevado a tenerlo como tu relación más constante.

Gilles Lipovetsky, filósofo francés y uno de los más notables estudiosos de la postmodernidad, dijo alguna vez en 2012, al preguntársele por Internet, cómo es que este estaba cambiando las formas de comunicarse y relacionarse. De su respuesta hay tres ideas principales: el Internet no supera la sensación de vacío, las redes sociales son solo una herramienta para escapar de la realidad y que no, nada la supera.

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Esta es una profecía cumplida ¿o sorda? en un mundo donde muchos se han hecho ricos gracias a internet, donde las nuevas generaciones son hijas enteramente de lo digital, donde ven en la sobreexposición una manera de reafirmarse en el mundo, crear una identidad y como bonus, abrirse paso en la vida. Tanto así que es menos importante para muchos lo que pueda pasar con un actor que poco se exponga a ellas y sí lo que pase por ejemplo entre sus Youtubers favoritos. Jeffree Star vs. James Charles y su pelea reciente generan más interés y relevancia en esta dimensión que una celebridad respetada en su medio que apenas tiene presencia en lo digital.

Es muy fácil culpar a las nuevas generaciones. Sobre todo cuando muchas de ellas prefieren (hay estudios desde 2014 en países como Inglaterra y España, que hizo el último con jóvenes de 14 a 24 años) chatear que hablar. Pero la generación Z y posteriores no son las únicas hiperconectadas. Un estudio de Hootsuite del año pasado revelaba que 3.1 billones de personas usaban las redes sociales. 210 millones de personas podrían llegar a ser adictas a ver sus notificaciones constantemente, según un abstract publicado en 2017 por Phil Longstreet (aunque ninguna institución seria mundial ha todavía catalogado esto oficialmente como adicción).

Pero hay que ver que los cambios han sucedido rápido, aunque son consecuencia de procesos de antes: precarización del trabajo, inmuebles, jubilación, debido a grandes crisis económicas y precarización del mercado laboral mundial. Crecimiento de familias monoparentales o rompimiento del núcleo familiar tradicional. Cambio de la estructura de trabajo tradicional y también de las aspiraciones. Y también de las relaciones: menos impersonales, menos hechas para crear lazos duraderos. Todo, la tecnología y la industria 4.0 lo ha suplido, desde el entretenimiento, hasta la comida y el sexo. Todo se puede controlar con un clic.

“Pareciera que ahora es mucho más fácil estar en el mundo virtual, que es un mundo que podemos controlar mejor que el mundo real. Si tu pones algo que te parece gracioso (pero a otro no), puedes poner ‘jajaja’ y salir del paso. En redes sociales es más fácil construir una imagen. Tenerla tal y como tu la quieres tener. Eso no pasa frente a frente y es más difícil ocultar los sentimientos que tenemos. Además, chatear es más fácil que hablar: la voz te delata. Puedes mentir y cuadrarlo todo a tu antojo. Son esas cosas las que han hecho que nos comuniquemos mediante chats y esto hace que sean utilizados”, explica a Metro Jiraldin Charaf, Mágister en Psicología clínica y de la familia y  docente del programa de psicología virtual de la Fundación Universitaria del Área Andina.

Además, Charaf muestra cómo se ha configurado el mundo virtual para que sea una burbuja lo suficientemente cómoda (includos servicios de entretenimiento, comida y sí, hasta sexo, como Tinder) para no querer salir de ella: “Los algoritmos de las redes sociales terminan acomodándose a nuestro gusto, igual y crean un mundo ideal para mí. Solo veré lo que me gusta y no veré otro punto de vista. Estamos acostumbrados a que todos estén de acuerdo con nosotros y este sistema te satisface todas las necesidades. Y así desarrollas un tipo de dependencia emocional con lo que quieres. Pero si no miras otras fuentes, sigues en tu propio mundo. Y a la hora de enfrentar la realidad (eso pasa cuando sales del colegio y enfrentas el ambiente laboral, por ejemplo), llega la frustración. Ahora lo tenemos todo, en todo momento, pero la vida real ofrece otras situaciones y por eso se incrementa la ansiedad y depresión en la población”, añade.

Y no solo eso: el Mr. Hyde sale detrás de la pantalla más fácil. Trolls, bullying, acoso. Violencia online. Todo se cubre bajo un nickname. En su libro “En defensa de la conversación”, la investigadora del MIT, Sherry Tuckle, mostraba que los estudiantes habían bajado su nivel de empatía un 40% en los últimos 20 años ya que no se generaba interaccción cara a cara. Pero, ¿es el futuro tan deshumanizante? ¿Lo es el presente?

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Hay distopias cinematográficas que cuentan estas realidades. “Her”, de Spike Jonze, o “The Congress”, con Robin Wright con su propia imagen robada para encubrir sus falencias en la vida real y ser la actriz ideal de las películas. Pero no todo está perdido: los celulares “viejos” de 2000 están en auge (hola, Motorola rosa) o empresas como Consciously Digital, que plantea manejar los comportamientos detrás de las pantallas. Es, tal y como explicó a Metro Catherine Archer, PhD, investigadora y especialista en Social Media, Murdoch University, Australia: “cuestión de darle manejo”. Y sobre todo, de tener conciencia de que todavía existe un mundo afuera.

P y R

Catherine Archer, PhD, investigadora y especialista en Social Media, Murdoch University, Australia

 

P: ¿Hay un signo de fatalidad en el hecho de que los adolescentes –como muestra un reciente estudio– ahora prefieran chatear que hablar?

 

–Creo que con el auge de las redes sociales para muchos es más conveniente usarlas. Es por eso que no solo los adolescentes, sino todos, nos solíamos comunicar ahí en la forma que lo hacíamos antes.

 

P: Ahora tenemos más amigos en redes sociales, pero muy pocos en la vida real.

 

–Bueno, es cierto. También que hay estudios que muestran que estas plataformas sí crean conexiones con las personas y son herramientas muy útiles. Otros estudios, en cambio, muestran que conectarse y pasar tiempo en estas redes genera depresión y soledad. Pero no hay evidencia concluyente, aunque sí es cierto que la gente pasa ahora más tiempo conectada en redes que conociéndose las unas a las otras cara a cara.

 

P: También, para varias personas, chatear y las redes es su vida real. Los dramas que se han visto por cuentas de Instagram cerradas…

 

–Es cierto. Esa línea entre lo que es la vida de las redes sociales y la vida real se está difuminando cada vez más.

 

Y aún más: el consejo de “ve afuera y conoce gente”, que dan muchos expertos, para nuestra generación es imposible. No sabemos interactuar con ellos en la vida real.

 

–Eso es algo en lo que hemos dejado de pensar. Y por eso creo que necesitamos estrategias para ir afuera y en todas las edades hay que dejar de pensar solamente en las redes sociales y el Internet como medio de interacción. Sí hay efectos positivos a la hora de usar redes. Conectarse con otros, por ejemplo. Pero hay que darle manejo.

 

P: Mucha gente también culpa a las plataformas de incluso crear futuros distópicos si se habla de lo relacional.

 

–Sí, como he dicho, no es nuestra culpa, solo hay que saber darle manejo a las mismas. Hay que saber cómo salir e ir a la vida real. En Silicon Valley y en otros lados se están creando movimientos e iniciativas para lograr hacer esto. En Australia hay organizaciones, por ejemplo, que están motivando a la gente a salir más. Y lo están haciendo con los niños.

 

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