Un pilar importante del folklore, la cultura y las tradiciones de México es la lucha libre, en la que destacan las pintorescas y místicas máscaras que portan los héroes y villanos del cuadrilátero.
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¿Qué sería de las estrellas como el Santo, Blue Demon, Místico, Sin Cara y Octagón sin su capucha? La tapa es un objeto de preciado valor por los luchadores, que los mexicanos suelen utilizar como objeto de identidad fuera de nuestras fronteras.
¿Cuántas veces han visto a los aficionados tricolores ocultando su rostro en Mundiales, Juegos Olímpicos y otros torneos internacionales?
Y es que, aunque la lucha libre no fue inventada en nuestro país, sí cuenta con un gran arraigo que comenzó en el muy lejano 1863, aunque aumentó su popularidad en la década de 1930.
Fue justo en 1933 cuando en nuestro país se inventaron las primeras botas de lucha libre y la primera máscara. Como muchas grandes hazañas que tiene el destino, las creaciones fueron sin ser planeadas.
Deportes Martínez cuenta con la patente de ser los inventores de la primera máscara de lucha libre, ésa que ahora cubre la identidad de los encapuchados, que defienden a muerte, que les da fama y prestigio; por la cual dejan sus lágrimas caer cuando son despojados en una apuesta.
Don Antonio, el gran inventor de la primera máscara
Fue hace 86 años cuando Don Antonio H. Martínez, originario de León, Guanajuato, después de trabajar en la industria textil y conocer el arte del calzado, decidió probar suerte en la Ciudad de México.
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Don Antonio se hizo muy aficionado a la lucha libre y siempre que tenía la oportunidad asistía al pancracio. Fue así como conoció al Charro Aguayo, a quien siempre apoyaba en las primeras filas de las arenas, le cargaba sus maletas y lo levantaba cuando caía del ring.
Su amistad hizo que el luchador tuviera la confianza de pedirle unas botas especiales de lucha libre, a sabiendas de que Martínez era un experimentado zapatero que elaboraba calzado para boxeadores. Las diferencias eran pocas, aunque debían de tener una suela más gruesa para los deportistas que constantemente se encuentran en puntas de pies, rebotando sobre y fuera del encordado.
Así nacieron las primeras botas para luchadores, pues el invento que el Charro Aguayo le pidió a su amigo fue un éxito con sus colegas.
A pedido de un luchador estadounidense
Pero eso no fue todo. Ése mismo año, el Cyclone Mackey, un luchador estadounidense, acudió al negocio de Don Antonio a pedirle un antifaz para cubrirse el rostro en las funciones.
El primer intento no ocurrió de la mejor forma. El zapatero tomó medidas del luchador, pero la entrega demoró más de lo acordado y para colmo el pedido quedó chico.
Según cuenta el hijo de Don Antonio, Víctor Martínez, el luchador se fue del local molesto al grado de aventar el dinero al zapatero.
Pero resulta que después de pocos meses, el Cyclone Mackey regresó con una sonrisa de oreja a oreja. El estadounidense no encontró a ningún trabajador en el mundo que pudiera elaborar lo hecho por Martínez, y con súplicas le pidió un nuevo antifaz.
Don Antonio sabía los errores que había cometido en su anterior proyecto, por lo que tomó 17 medidas al cráneo del deportista, una fórmula secreta que heredó a sus hijos y nietos.
“Mi padre siempre buscó la perfección y me dejó este gran legado”, dice Víctor Martínez, mientras señala todo el pequeño local que se encuentra en la Avenida Doctor Rio de la Loza número 229. Es por eso que los amantes del pancracio que visitan la Arena México deben, casi como una obligación en su tour, darse una vuelta por el local que hizo grande Don Antonio.
Es así como Deportes Martínez ha creado la máscara de estrellas de la lucha libre como el Santo, Murciélago Velázquez y, aunque no llevan la cuenta, calculan que han hecho la tapa de cerca de 300 gladiadores.
