La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la depresión como un estado de ánimo que incluye sensación de desgano y de falta de proyecto, y puede llegar a acompañarse en algunos casos de ideación y/o actuación suicida.
PUBLICIDAD
El ente indica además que esta enfermedad afecta aproximadamente a 350 millones de personas en el mundo, lo que equivale al 5% de los adultos y afectando mas a las mujeres que a los hombres. Sus causas se derivan en factores sociales, psicológicos y biológicos. Diversas circunstancias de la vida, por ejemplo, adversidades en la infancia, una pérdida y el desempleo, contribuyen al desarrollo de la depresión.
“La depresión comienza en la juventud y se puede extender a lo largo del ciclo vital. Muchas veces, la persona que padece esta enfermedad no la reconoce como tal y la adjudica a cuestiones de edad, de cansancio, fatiga o quejas con respecto a dolores físicos (cefaleas, dolores intestinales), puede mantenerse irritable y no llega a consultar por su sufrimiento. Lo naturaliza y convive con este de forma crónica”, explica el doctor Sergio Rojtenberg, autor del libro “Depresiones en atención primaria”.
Señales que no pueden pasar por alto
- Los problemas relacionados con el dormir: no poder conciliar el sueño, mantenerlo o lograr un sueño reparador.
- La falta o aumento de apetito.
- El sentirse inútil, culpable o la tendencia al autorreproche ante cualquier situación.
- El pensar acerca de la muerte propia en forma recurrente y el valorar la realidad desde una perspectiva negativa, dramática e irreversible.
- La existencia de inhibición psicomotora en conjunto con momentos de inquietud ansiosa.
- Pérdida de interés por el mundo externo.
- Sentimiento de angustia insoportable.
- Dificultad para sostener actividades de la vida diaria.
Es importante ante la manifestación de alguno de estos síntomas poder acudir a la consulta con un profesional de la salud mental, tanto psiquiatra como psicólogo, para que por medio del especialista se logre controlar la situación entre tratamiento psicofarmacológico y psicoterapéutico, evitando así a toda costa la automedicación que puede derivar en consecuencias muchos más graves.