Por años la ciencia y medicina han buscado una explicación para entender por qué ciertas personas son más propensas que otras a sufrir de las incómodas picadas de los mosquitos, característica con complejidad ya que, en el peor de los casos, enfermedades como el dengue, zika y chikunguña se transmiten de esta manera.
Con respecto a la utilización del jabón, está comprobado desde varias décadas atrás que es una gran arma para mantener la limpieza corporal, así también, para generar buen olor gracias a sus compuestos olfativos, sin embargo, una investigación en los Estados Unidos asegura que también puede ayudar a evitar enfermedades de transmisión vía mosquitos.
El poder del jabón sobre los mosquitos
Clément Vinauger, profesor de Bioquímica en Virginia Tech y coautor del estudio publicado en la revista Digital iScience, explica que, si alguien se enjabona con aromas derivados de vegetales que atraen a los mosquitos, es posible confundir a estos insectos voladores y los efectos del uso de jabón varían entre individuos como resultado de la interacción de distintos productos y los perfiles de olor únicos de cada persona.
Para determinar las conclusiones los especialistas primero caracterizaron los olores químicos emitidos por cuatro voluntarios humanos, tanto sin lavar como después de lavarse con cada una de cuatro marcas de jabones diferentes. También caracterizaron los perfiles de olor de los propios jabones y se descubrió que cada uno de las personas emitía su propio perfil de olor único, algunos de los cuales eran más atractivos para los mosquitos que otros. El lavado con jabón cambió significativamente estos perfiles de olor.
“Los jabones cambian drásticamente la forma en que olemos, no solo al agregar químicos, sino también al causar variaciones en la emisión de compuestos que ya producimos de forma natural. Sabemos que las proporciones de las sustancias químicas son extremadamente importantes para determinar si los mosquitos son atraídos o repelidos. Cambiar la proporción de las mismas sustancias químicas exactas puede provocar atracción, indiferencia o repulsión”. complementa la coautora y bióloga, Chloé Lahondère