Stress es un término inglés que puede traducirse por “presión” o “esfuerzo”. De acuerdo a la revista Psicología Práctica, lo utilizó el biólogo Hans Seyle (1936) para indicar las “dificultades de adaptación de un organismo viviente que debe soportar estímulos que interrumpen sus ritmos biológicos”.
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El estrés es una reacción de alarma, que se expresa con modificaciones biológicas y comportamentales y se agudiza cuando la estimulación persiste en el tiempo.
Factores fuentes de estrés
Biofísicos
El dolor crónico, las enfermedades que dejan incapacitados, la contaminación acústica (más allá de 85 decibelios) y, claro, las condiciones ambientales.
Psicosociales
Competitividad exasperada, frustraciones, sensación de incapacidad (real o sentida) hacia las labores requeridas, responsabilidades profesionales o familiares desmedidas, cambios repentinos, repetición continua de los mismos actos y dificultades económicas.
Psicológico-Individuales
Todos los acontecimientos que impiden la autonomía personal, decepción de aspiraciones, final de relaciones significativas, crisis personales y familiares, duelos.
También se origina de la necesidad de control
El deber a ultranza, el perfeccionismo, las metas desproporcionadas… En vez de dejar que la vida fluya, la queremos controlar a toda costa: cuándo trabajar y descansar, cuándo divertirnos, a qué hora hacer el amor, comer o ir al gimnasio.
En función del citado medio, “llevamos una existencia compartimentada, encajada de valores y tiempos impuestos, sin posibilidad de expresión creativa. Y nuestra naturaleza se queja estresándonos”.
“En contra de lo que se piensa, no es la tensión acumulada lo que estresa, sino el continuo cambio de un estado de tensión a otro de relajación, de la desconexión al enganche: mina nuestras defensas debilitándonos y agotándonos. Sólo nosotros mismos podemos detener el proceso”, apuntan fehacientemente.