En el caso del optimismo, la sabiduría popular y la psicología científica coinciden. De modo general, se afirma que ser optimista es más sano.
En ese sentido, la psicóloga Margarita Tarragona, en su artículo “Aprender optimismo”, señala que “el optimismo tiene que ver con nuestras expectativas vitales y con nuestras metas laborales. Las personas optimistas esperan cosas buenas, mientras que los pesimistas tienden a lo contrario”.
“A veces pesamos que ser optimistas consiste, simplemente en “pensar positivamente” o “visualizar cosas buenas”, como si solo imaginar o desear los acontecimientos fuera suficiente para que sucedan. Pero no es así.”
“Las investigaciones nos indican que el optimismo no es solo una forma de pensamiento: también se trata de una actitud, de cómo traducimos esos pensamientos en acción, de los pasos que emprendemos activamente y de cómo nos comportamos, especialmente ante la adversidad”, agrega la especialista.
¿Qué hacen las personas para ser optimistas?
- Piensan que la adversidad se puede manejar exitosamente.
- Se enfrentan a los retos con confianza y perseverancia.
- No sólo esperan lo mejor y se olvidan del asunto. El optimismo es una forma de traducir los pensamientos en acción.
- Se enfocan en las metas.
- No evaden, afrontan los problemas.
- Ven el lado positivo de las situaciones.
- Aceptan la realidad y planean cómo afrontarla.
Relación entre el optimismo y las enfermedades
Investigaciones recientes sobre diversos grupos de personas han demostrado que, ante situaciones difíciles, el optimismo juega un papel importante en la manera de actuar.
Así, hay estudios que indican que las personas con un mayor nivel de optimismo ante el diagnóstico de una enfermedad seria o frente a un procedimiento médico complejo tienden a presentar menos sufrimiento emocional durante el proceso e, incluso, años después.