La reina Isabel II fue conocida por su amor incondicional hacia los corgis, una raza que la acompañó durante décadas de su reinado. Ahora, un nuevo libro titulado Q: A Voyage Around the Queen de Craig Brown, revela una peculiar técnica que la monarca empleaba para calmar a sus “impredecibles” y a veces “psicóticos” corgis y dorgis, mezcla entre dachshund y corgi. La relación de la reina con sus perros no siempre fue sencilla, ya que estos canes, según describe Brown, tenían una naturaleza temperamental y a menudo presentaban problemas de comportamiento.
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Frente a esta situación, la reina desarrolló una estrategia poco convencional: los hacía callar con el sonido de las gaitas. “Curiosamente, la manera de ahuyentar a un corgi beligerante es la misma que para un ser humano beligerante: un toque de gaitas”, relata Brown en su obra. Aparentemente, el sonido agudo de este instrumento resultaba insoportable para los perros, quienes huían como si estuvieran “en dolor”.
¿Cómo hacía la Reina Isabel para calmar a sus corgis?
En la década de 1990, la reina contaba con un gaitero personal, Jim Motherwell, quien confirmó que el tono de las gaitas parecía afectar los oídos de la mayoría de los perros. Según él, los corgis de la reina detendrían cualquier actividad al sonar las gaitas y, de inmediato, se retiraban en silencio.
El autor describe un incidente en el que la reina, rodeada de sus adorados corgis, recibió al entonces primer ministro británico Gordon Brown en Balmoral, su refugio en Escocia. Ante los gritos de uno de los perros, la reina ordenó sin rodeos que “se callara”, causando sorpresa tanto en el primer ministro como en sus hijos. La devoción de Isabel II por los corgis comenzó con Susan, su primer perro de esta raza, un regalo de cumpleaños al cumplir 18 años.
Esta leal mascota fue el inicio de una línea de corgis y dorgis que acompañarían a la reina a lo largo de su vida, con un linaje que alcanzó catorce generaciones. Caroline Perry, autora de The Corgi and the Queen, explicó que estos perros son famosos por su fuerte carácter y, aunque no son fáciles de manejar, Isabel II los amaba profundamente. Esto, según Perry, reflejaba un rasgo de la reina: su dificultad para expresar sus emociones. Tras el fallecimiento de la reina en 2022, sus dos últimos corgis, Muick y Sandy, fueron adoptados por su hijo, el príncipe Andrés, y su exesposa Sarah Ferguson, quienes comentaron que sienten su presencia cuando los perros ladran sin razón aparente, como si fuera la reina quien pasara a su lado.