Shelley Duvall, recordada por su papel icónico en “El Resplandor”, dejó tras de sí una historia de éxito y sufrimiento emocional que ha resurgido tras su fallecimiento a los 75 años, debido a complicaciones de la diabetes. Duvall, cuya carrera abarcó tres décadas, alcanzó el mayor reconocimiento con su interpretación de Wendy Torrance en la adaptación cinematográfica de Stanley Kubrick de la novela de Stephen King. Sin embargo, este éxito tuvo un alto costo emocional para la actriz.
Durante el rodaje de “El Resplandor” en 1980, Kubrick exigió un rendimiento emocional extremo de Duvall, pidiéndole que llorara al menos 12 horas al día. Este rigor desgastó profundamente a la actriz, como lo explicó en una entrevista con la revista “People” en 1981. “Me hizo llorar 12 horas al día durante semanas enteras”, recordó Duvall. Para mantener su estado emocional, recurría a escuchar música melancólica y a pensar en sus seres queridos, pero estas técnicas eventualmente perdieron efectividad.
Para Shelley Duvall, grabar “El Resplandor” no fue fácil
Duvall describió cómo su cuerpo comenzó a resistirse a las demandas constantes de llorar. “Después de un tiempo, tu cuerpo se rebela, te dice: ‘Deja de hacerme esto, no quiero llorar todos los días’. Y a veces solo ese pensamiento me hacía llorar”. El agotamiento emocional era tal que simplemente despertarse y enfrentar un día de rodaje programado para escenas de llanto la sumía en desesperación.
“Despertarme un lunes por la mañana, tan temprano, y darme cuenta de que tenía que llorar todo el día porque así estaba programada mi escena, simplemente empezaba a llorar, me decía: ‘Oh, no, no puedo, no puedo’ y aun así lo hice, no sé cómo lo hice”, dijo.
A pesar del sufrimiento, su desempeño no pasó desapercibido. Jack Nicholson, su coprotagonista, expresó su admiración por la capacidad de Duvall para llorar tan consistentemente. “Jack me dijo: ‘No sé cómo lo haces’”, compartió Duvall. Sin embargo, el precio que pagó fue tan alto que decidió nunca más permitir que un director la llevara a tal extremo. “Nunca volveré a dar tanto, si quieres provocar el dolor y llamarlo ‘arte’, adelante, pero conmigo no”.