Por primera vez en la historia, el básquetbol femenino universitario fue más popular que su contraparte masculina en “March Madness”: el triunfo de South Carolina sobre Iowa en la final convocó a una audiencia de 18,7 millones de personas (el evento deportivo más visto desde el 2019 distinto al fútbol americano y los Juegos Olímpicos) y superó con creces al partido decisivo de los hombres donde 14,8 millones de televidentes vieron la victoria de UConn sobre Purdue.
PUBLICIDAD
En parte la popularidad del baloncesto femenino universitario se explica por la presencia de Caitlin Clark, la mujer récord de Iowa, pero también porque el nivel de juego ha crecido sustancialmente en los últimos años.
Grandes diferencias económicas a favor de los hombres
Sin embargo, en tema de repartición de ganancias, la diferencia es desproporcionada a favor del baloncesto universitario masculino.
Este año, el Torneo Nacional de los hombres generó ganancias de 873 millones de dólares gracias a los derechos televisivos (el torneo se transmitió por TBS, TNT y CBS), mientras que el “March Madness” de mujeres apenas significó ingresos por 6,5 millones de dólares (transmisión exclusiva de ESPN).
De acuerdo a un artículo del Wall Street Journal, una de las razones para las diferencias es que los derechos del torneo masculino se negocian de manera particular, mientras que el campeonato femenino es parte de un paquete que también incluye decenas de otros deportes, como el vóleibol y el lacrosse.
De todas maneras ese escenario cambiará, ya que la NCAA firmó un nuevo contrato de ocho años con ESPN que le reportará 65 millones de dólares por temporada al baloncesto femenino.
¿Qué hacen las universidades con las ganancias comerciales?
Los ingresos por los contratos que generan los deportes, especialmente el fútbol americano y el básquetbol, se han convertido en una gran fuente de ingresos para la universidades, que muchas veces reinvierten esas ganancias en complejos deportivos de primer nivel y grandes sueldos para los entrenadores.
PUBLICIDAD
El objetivo es ser competitivos y estar entre los mejores equipos para que los ingresos sigan aumentando.
Eso sí, las jugadoras y jugadores no reciben ingreso alguno, ya que formalmente son aficionados, aunque se entrenan y se dedican como profesionales. Las universidades se escudan en que la “retribución” son las becas que les permiten tener una educación de primer nivel.
El panorama ha cambiado desde las últimas temporadas, especialmente desde que una decisión de la Corte Suprema el 2021 le permitió a los deportistas-estudiantes recibir ganancias de contratos con marcas comerciales, algo que también estaba prohibido.